viernes, 6 de marzo de 2009

CUBA ÚNICO PAIS SOSTENIBLE


Si nuestros sistemas políticos fueran lo que dicen ser, en todos los parlamentos se estaría discutiendo ahora una gráfica elaborada por Mathis Wackernagel, investigador del Global Footprint Network (Ca­lifornia). Pero no parece que el asunto haya llamado demasiado la atención. Y sin embargo, la gráfica resulta demoledora para las más firmes certezas de nuestra clase política y, por supuesto, para los criterios más evidentes de los votantes. Sobre todo, en un mundo político en el que izquierda y derecha se llenan la boca con los obje­tivos del “desarrollo sostenible”.



La cosa es bien sencilla. El eje vertical representa el Índice de De­sarrollo Humano (IDH), elaborado por Naciones Unidas para medir las condiciones de vida de los ciudadanos tomando como indicado­res la esperanza de vida al nacer, el nivel educativo y el PIB per cá­pita. El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) considera el IDH “alto” cuando es igual o superior a 0’8, estable­ciendo que, en caso contrario, los países no están “suficientemente desarrollados”. En el eje horizontal se mide la cantidad de planetas Tierra que sería preciso utilizar en el caso de que se generalizara a todo el mundo el nivel de consumo de un país dado. Wackernagel y su equipo hicieron los cálCulos para 93 países entre 1975 y 2003. Los resultados son estremecedores y sorprendentes. Si, por ejem­plo, se llegara a generalizar el estilo de vida de Burundi, nos sobra­ría aún más de la mitad del planeta. PeroBurundi está muy por de­bajo del nivel satisfactorio de desarrollo (0’3 de IDH). En cambio, Reino Unido, por ejemplo, tiene un excelente IDH. El problema es que, para conseguirlo, necesita consumir tantos recursos que, si su estilo de vida se generalizase, nos harían falta tres planetas Tierra. EEUU tiene también buena nota en desarrollo humano; pero su “huella ecológica” es tal que harían falta más de cinco planetas para generalizar su estilo de vida.

Repasando el resto de los 93 países, se comprende que hay moti­vos para que el trabajo de Wackernagel se titule El mundo suspende en desarrollo sostenible. Como no hay más que un planeta Tierra, es obvio que sólo los países que se sitúen en el área coloreada de la gráfica (por encima de un 0’8 en IDH, sin sobrepasar el número 1 de planetas disponibles) tienen un desarrollo sostenible. Sólo los países comprendidos en esa área serían un modelo político a imitar, al menos para aquellos políticos que quieran conservar el mundo a medio plazo o que no estén dispuestos a defender su derecho (¿quizás racial, divino o histórico?)a vivir indefinidamente muy por encima del resto del mundo. Ahora bien, ocurre que el área en cuestión está prácticamente vacía. Hay un solo país en el mundo que –por ahora al menos– tiene un desarrollo aceptable y sostenible a la vez: Cuba.

La cosa, por supuesto, da mucho que pensar. Para empezar por­que es fácil advertir que la mayor parte de los balseros cubanos huyeron y huyen del país buscando ese otro nivel de consumo que no puede ser generalizado sin destruir el planeta, es decir, reivindi­cando su derecho a ser tan globalmente irresponsables, criminales y suicidas como lo somos los consumidores estadounidenses o euro­peos. Tendríamos muy poca vergüenza, desde luego, si condená­semos la pretensión de los demás de imitar el modo como devora­mos impupunemente el planeta. Pero se reconocerá que la imagen mediática del asunto cambia de forma radical: de lo que realmente huyen es del consumo responsable en busca del Paraíso del con­sumo suicida y, por intereses estratégicos de acoso a Cuba, se les recibe como héroes de la Libertad en vez de cerrarles las puertas como se hace con quienes huyen de la miseria, por ejemplo, de Bu­rundi (a quienes se trata como una plaga de la que hay que prote­gerse).

A nivel general, la cosa es mucho más interesante. Es muy signifi­cativo que el único país sostenible del mundo sea un país socialista. Suele ser un lugar común entre los economistas que el socialismo resultó ruinoso e ineficaz desde un punto de vista económico. Sor­prende que, en un mundo como éste, la falta de competitividad pueda aún considerarse una acusación de peso. En términos de de­sarrollo sostenible, la economía socialista cubana parece ser máxi­mamente competitiva. En términos de desarrollo suicida, no cabe duda, el capitalismo lo es mucho más.

El mayor reproche que se puede hacer al sistema capitalista es, precisamente, que es incapaz de detenerse e incapaz incluso de ralentizar la marcha. El capitalismo es un sistema preso de su propio impulso. El economista J. K. Galbraith decía que “entre los muchos modelos de lo que debería ser una buena sociedad, nadie ha pro­puesto jamás la rueda de la ardilla”. Sin embargo, nos encontramos con que, aunque nadie lo haya propuesto, este absurdo parece haberse impuesto de hecho: en el capitalismo cada uno trata de im­ponerse a la competencia aumentando su productividad para no perder mercado pero, al encontrarse todos en la misma carrera, no llega nunca el momento en que pueda detenerse este aumento in­interrumpidamente creciente del ritmo y la consiguiente dilapidación de recursos.

Ante esta dinámica absurda, debemos exigir el derecho a parar­nos. No podemos permitir que nuestros ministros de Economía nos sigan convenciendo de que “crecer” por debajo del 2 ó 3% es catas­trófico, y no podemos permitir que nuestros políticos sigan propo­niendo como solución a los países pobres que imiten a los ricos. Es materialmente imposible. El planeta no da para tanto. Cuando pro­ponen ese modelo saben que, en realidad, están defendiendo algo muy distinto: que nos encerremos en fortalezas, protegidos por va­llas cada vez más altas, donde poder literalmente devorar el planeta sin que nadie nos moleste ni nos imite. Es nuestra solución final, un nuevo Auschwitz invertido en el que en lugar de encerrar a las vícti­mas, nos encerramos nosotros a salvo del arma de destrucción ma­siva más potente de la historia: el sistema económico internacional.

Por Carlos Fernández Liria. Profesor de Filosofía de la Univer­sidad Complutense

1 comentario:

Anónimo dijo...

Como en todo orden de cosas, la sustentabilidad responsable para un desarrollo humano de largo plazo, tiene sus obligaciones, cuestion que a demasiados les duele, les molesta y en ultimo caso, no les interesa cumplir.

Una cuestion clave que omite este articulo es una de las premisas basicas de la economia de mercados, que mas o menos se puede exponer asi: dado los recursos existentes hoy, se deben distribuir de forma eficiente... aqui no importan los "largos plazos" o quienes deben recibir estos recursos, sino simple y puramente el "metodo inmediato" de distribucion. Esta tampoco debe ser necesariamente equitativa o pensada en las personas.

Y los ultimos movimientos de los mercados financieros en conjunto con las reacciones de los gobiernos vienen a confirmar esta absurda regla. Todo debe pasar a unas pocas manos, la Nada debe quedar en el pueblo.